Tomino

Tomino

jueves, 23 de mayo de 2013

II. Del anticristianismo, el Nombre-de-Satán y la (pre)hispania


Temas a tratar: 
R.S.I. 
El significante en la música
La música es ideológica
BM: Oxímoron
"Yo es otro"
Los dioses y el Edipo
 Dioses muertos, dioses fantasmas.
 El nombre-de-Satán
Mejor mar que tierra
Mal-estar en México, en Escocia, en la cultura.
El nombre propio, más allá de las traducciones
Escuchar con nuestra historia  



Pienso que las ideas esenciales de estos escritos se irán digiriendo y tomarán forma cuando se vea el panorama completo, por ahora sólo estoy soltando piezas de un rompecabezas, pero éste es un rompecabezas como el que Spider (de la película homónima de David Cronenberg) intentó armar sin obtener resultados satisfactorios. Claro que eso se debía a que había una pieza que simplemente no encajaba; pues bien, siempre hay algo en el humano que no encaja, que está fallido, pues hay un Real impronunciable que se encuentra presente. Así pues, el Orgenlatém será abordado tomando en cuenta el R.S.I del psicoanálisis lacaniano: Lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Lo Real, que Lacan definió como lo que no tiene sentido, es muy importante, ya que el Black metal se ha infatuado demasiado, ya sea en el plano imaginario (narcisismo ciego, culto a la imagen, etc.) o en el plano simbólico (estereotipos, normas; en fin, borregada). En el escrito I me dediqué a hablar de ello aunque de una manera muy apresurada. Así que ruego a mis lectores formular preguntas que seguro servirán para los fines de esto que podríamos llamar, la subversión del Black metal.
Para comenzar el día de hoy les recuerdo que nuestro objetivo es hablar sobre los posicionamientos subjetivos con respecto a ese género musical que es el Black metal, que yo preferiría llamar género ideológico. Sólo imaginen la música del Black metal por sí sola, sin que existan los logotipos, los títulos de canciones, que ni siquiera que sepamos quiénes lo tocan ni cómo lucen. La música en su estado más puro. O la basura en su estado más puro (L'ordure á l'état pur), como lo diría Peste Noire. ¿Sería lo mismo hablar de todo lo ya mencionado pero ahora sin la música? Pensemos en algunos ejemplos clásicos tales como cuando un sujeto escuchó Black metal por un tiempo y de pronto lo dejó de escuchar por diversos motivos (ya pasó esa etapa, le dejó de gustar, lo que sea);  o bien pensemos en la confesión de alguien que escuche –y que de hecho le guste- cierta banda pero sólo por ciertas características, sin degustar la música como tal. Esto nos habla de que el significante es más fuerte de lo que creemos. Aunque la música también se hace ser símbolo. La música funciona como un instrumento afectivo para fusionar la ideología con la pasión. Es un arma potencialmente dañina. Es también estupefaciente. Los humanos somos débiles ante esa voz que viene del Otro y que nos constituye como seres parlantes. El amor por la música tiene sus raíces ahí. Sé que estamos acostumbrados a santificar la música; empero, a veces es conveniente mover un poco la óptica.
Ahora bien ¿De qué se trata esto del significante? De que las cosas no suceden nada más porque sí, no escuchamos Black metal por alguna especie de destino o por buenos gustos ni buenas decisiones. No somos autónomos en nuestras tendencias, hay algo que habla por nosotros, estamos atados a un discurso, no somos autores de un decir sino producto de Otro decir. Un ejemplo claro de la implicación del significante:
Una vez me comentaron de un sujeto al que le desagrada mucho la banda de la cual soy vocalista, a saber, Calvarium Funestus, y supongo que muchas buenas razones habría de tener para ello. En una ocasión alguien le puso a escuchar una canción de nosotros pero sin decirle qué banda era, obviamente al joven le gusta el BM, y curiosamente le gustó la canción a tal grado de decir algo así como: “Qué chingón suenan, ¿quiénes son? ¿Qué banda es?”. Muy ingrata habrá sido su sorpresa al enterarse. Bien, eso es el significante. El hecho de odiar una banda por su nombre; pero disfrutar de ella cuando no es nombrada… No es casualidad, padecemos de esa mal-dicción que es el lenguaje.  


No podemos separar al BM del símbolo del anticristianismo, por eso será el tema que abordaremos el día de hoy. Es necesario entender de qué estamos hablando cuando nos referimos a ello.

Creo que todos han escuchado bandas de Black metal cristiano, han leído sus letras y quizá hasta hayan visto a alguna en una presentación. En mi caso sí. Pero ¿por qué hablar de black metal cristianino tratándose naturalmente de un oxímoron? ¿Por qué no mejor white metal? Porque, verán, tampoco se trata de una batalla de Dios contra el Diablo (blanco contra negro), pues esa batalla terminó hace no mucho en un empate. Ahora ambos, Dios y Diablo trabajan juntos para la dominación, pero parte de su juego es que nadie lo sepa. Así funcionan mejor ambos. Se trata de la posmodernidad y de la ideología dominante.  
Quizá suene un poco conservador en este aspecto, y en parte lo soy, pero no sólo el nombre Black metal cristiano es un oxímoron; también el nombre Black metal lo es. Sin embargo hay cosas que tienen que mantenerse para marcar cierta discordancia. En efecto, el Black metal es discordante en su naturaleza, por no decir contradictorio. Aunque no debiera asustarnos tal sentencia. Si se le arranca el metal al black y se suspende en el aire, podemos entender mejor algunas cosas; no obstante, no se le puede erradicar de ningún modo, pues constituye el elemento lógico para el advenimiento del Black metal como discurso propio. 
Behexen titula una canción bajo el nombre de “Christ forever die”, bien pudieron titularla en pasado, pero el “forever die” es lo importante. Esto implica que Cristo, el Dios cristiano, tiene que vivir en algún lado (¿De qué otro modo podría morir por siempre?), no diré que en nuestros corazones, pero sí podríamos decir que en el corazón del otro. El otro con minúscula, para distinguirlo del Otro del espacio simbólico, el Otro en el que habitamos como seres "parlanchines". En el corazón de un otro que es nuestra imagen de ataque.
Luego, al ser el cristianismo un objeto de ataque imaginario, simbólico y a veces real, pasa a ser un referente. Referente en tanto guía, encamina… el odio (y por ende también el amor). Ese referente puede tomar muchas formas, ya que el otro es la condición para la constitución de nuestro yo. Por eso hay tanta variedad en el BM: Black metal anti-comunista, anticristiano, anti-humano, anti-vida, anti-anti, etc. Pues bien, hay ver que siempre en el “antialgo” hay una afirmación incómoda. ¿Por qué? Porque, como sencillamente lo señaló Lacan, usando la frase del poeta Rimbaud: “yo es otro”. Lo sé, lo sé, es algo a veces duro de asimilar. Ahora bien, si siempre hay algo oculto en el odio, algo que fue preciso reprimir, ¿por qué no considerar al Black metal cristiano -con su respectivo odio a Satanás- como parte también del BM? Bueno, no es fácil responder a esto, y seguro no será la única respuesta que dé, pero ya lo he dicho antes: el Black Metal está también –lamentablemente, quizá- en lo simbólico. ¿Qué significa esto? Que ya está instaurado en un Otro regulador de ciertas relaciones simbólicas. Por esa misma razón existen nociones a proiri que marcan lo absurdo: imaginen Black metal reggaetón o Black metal cumbia, por poner ejemplos. Es un absurdo total, ¿no? Pero la cosa radica en: ¿hasta qué punto podemos llegar a separarnos de la amplia gama de significantes del Otro? Esa pregunta podría ser homóloga a decir: ¿hasta qué punto se nos es permitido innovar? El Orgenlatem tiene como objetivo un reposicionamiento subjetivo de los sujetos con respecto al BM. Eso ya implica poder situarnos en el absurdo que constituye de por sí nuestro mismo ser en el BM, sostenido en una nada que jamás logra fusión (por eso insisto en que no existe el blacker). Muchos se preguntarán por qué me intereso en esto. Por el simple hecho de que he visto que algo anda mal en lo que se ha entendido por Black Metal. La dialéctica entre trues y posers ha llegado a una síntesis demasiado graciosa y muchos no la notan. Cada vez hay menos sujetos que comprendan lo complejo del asunto. Cada vez hay más borregos, así se simple.
Nietzsche se vio en la necesidad de matar a Dios para dar lugar a la profecía del Übermensch, que dicho sea de paso, tiene todo el peso de la fantasía, entendida en sentido psicoanalítico. Vemos aquí la relación entre una cosa y la otra. La fantasía del Black metal está también relacionada con la muerte de un padre; pero con eso no basta, pues es preciso que algo más surja para ser el soporte del odio. El Black metal sin odio no es nada, y el odio nos remite siempre a la dimensión del dolor. Hay una relación muy estrecha entre ambas cosas. Ahora: el problema de la muerte de un padre, no es tanto que provoque que se levanten estatuas que acaben por aplastar a quien las ha esculpido, sino, más bien, que aquellas estatuas nunca hayan sido de material sólido y aun así lo hayan hecho. No creo que sea necesario profundizar tanto en la cuestión de que cuando se habla de dioses nos remitimos directo a lo que en psicoanálisis conocemos por el Edipo. Y Edipo se resume en dos palabras: incesto y parricidio. El Edipo no es un complejo que se le diagnostica a alguien, es un mito que da cuenta de la trama subjetiva en el sometimiento a la cultura y de lo inconsciente como tal. El erigir dioses tiene que ver con eso. 


Nietzsche en “El Anticristo”, en la parte 53,  nos da unas palabras de Zarathustra, el antiguo profeta persa, que considero pertinente mencionar en esta ocasión: “Y si alguien corre al fuego por su doctrina, ¿qué prueba esto? Más verdad es que la propia doctrina surge del propio incendio”. Aquel incendio, la llama viva de la pasión, es precisamente en lo que habremos de vernos arder a partir de una muerte inaugural; de la que por cierto, rara vez queremos saber algo. Preferible para muchos es que la doctrina viva les lleve allí, como tomados de la mano de un Pastor, dejando de lado el fuego tan particular que quema en cada uno. En fin, de paso les digo que es un libro que deberían revisar, quizá para tener una especie de brújula axiológica con respecto al cristianismo, es un texto de base para el tema que estamos abordando. Nietzsche creía en una división entre hombres fuertes y débiles, algo complejo que no debemos tomar literal, pero en ocasiones es necesaria para ir haciendo mapa.  

Ya lo he aclarado antes, se necesita que algo muera, que haya un vacío, para que algo surja. Se necesita de un caos para colocar en el mundo una estrella danzante, recordando las palabras de Nietzsche. Estoy seguro que ya han escuchado en alguna ocasión la canción “The present age” de Evol, pero es importante que lean la letra, tiene mucho que ver con lo que planteo aquí. Mencionan la ausencia de Dios pero después entra el otro lado: “But gods will never die”. La idea es directa: un Dios muerto, Dioses fantasmas. No basta con que Dios haya muerto, tenemos que adentrarnos en la renegación que eso implica. 


El Nombre-de-Satán no debería ser tomado tan a la ligera, hoy en día es sólo un juego, apoyado en todas las críticas que se le ha hecho desde las teorías conspiratorias (la creencia de que Satanás es realmente el Dios judío), desde el paganismo (la creencia de que Satán es judeocristiano, por ende no pagano), hasta desde la Psicología (la creencia de que se trata de un complejo rebelde adolescente), etc., etc. También el imperativo del ateísmo creyente (todo ateísmo es hasta cierto grado creyente) que es típico de nuestra época ha hecho su parte. Yo propongo aquí darle al nombre de Satán un nuevo estatuto más allá de si uno es creyente, ateo, agnóstico, etc. El estatuto de ser el nombre de todo lo que no hemos podido nombrar de otro modo. Todo lo Real que no cesa de no escribirse, el fantasma producto de la muerte de Dios, todos nuestros fantasmas perversos que alteran la realidad y la hacen temblar. La angustia. Que sea el nombre-de-Satán implica que se trate también del Satán-de-nombre, el adversario del nombre, el que nomina siempre de un modo fallido, por el simple hecho de que nadie podrá llamarse igual incluso si se llega a llamar igual! Algo que va más lejos de la estúpida noción de ser malo, malvado. Lo que en estos tiempos es más común es hablar de dioses de un modo ateo pero que paradójicamente funciona en el sistema de creencias. Les doy dos ejemplos: “Yo no creo en Santa Clause pero hago como que sí creo para me siga trayendo regalos” o “Smith no cree en los fantasmas, ¡y dice que ni siquiera les tiene miedo!”. Es decir, el problema de la creencia es que no es "subjetiva" a nivel psicológico, es "objetiva" en el nivel en que se materializa en la práctica. El neurótico es creyente aun cuando se diga ateo o crea que sabe. Con neurosis me refiero a la psicopatología de la vida cotidiana. Recuerden a Carl Jung en su necedad de decir que él no creía, sino que él sabía. Él creía que sabía. Pero es mejor saber creer. Pues bueno, lo que propongo es jugar con la creencia, como bien hace, por ejemplo, la magia del Caos. Hacer funcionar un propio sistema de creencias, pero teniendo en cuenta su grado de ficción y de plasticidad. Y también darle el grado de seriedad que merecen las ficciones. El problema de la magia del Caos ha sido que no ha tomado en cuenta la dimensión inconsciente no tanto de la creencia sino del deseo. Lacan proponía que la verdadera fórmula del ateísmo es "Dios es inconsciente", lo que quiere decir, es un fantasma. El ateo que toma en cuenta esto, ya está un paso más cerca de lo que planteamos. La sustancia para ser ateo no es poder probar que existe o no Dios, esas son preguntas de otro orden, la sustancia es el deseo de ser ateo, de atravesar el fantasma de aquel Dios muerto. 

Espero que no se piense que estoy proponiendo alguna clase de satanismo laveyano, donde Satanás es símbolo y no entidad; de hecho ellos son un claro ejemplo de una parte de la tendencia ideológica estadounidense que puedo resumir con el ejemplo de la Coca-cola light. Pero cuidado también con caer en el fanatismo religioso; no olviden que la culpa puede tomar el tamaño de Jehova. En fin, yo también soy ateo, pero Satanás puede seguir aquí sin ningún problema. También los dioses paganos. Recuerden que Satanás es una condensación judeocristiana de todos los dioses silenciados. Satanás es propiamente el síntoma de Dios. Sólo se trata de no creerse demasiado que uno no cree. El nombre-de-Satán en tanto sustitución de un deseo perdido (el del Otro) puede traer, como vemos, religiosas consecuencias, pero también la posibilidad de una separación. Yo decía, aquel Satanás que no te deja solo en el desierto, que no te conduce al ateísmo, es una entidad digna de escarnio. Obviamente estoy siendo metafórico, por eso me inspiro a levantar un par de cuernos. Salve Satanás, de verdad, no siempre es hora de juegos. A veces se necesita seriedad.  



                                                                             -





Sabemos que Europa es la cuna del Black metal, y nuestro contacto con ese otro lado del mundo fue a través del saqueo de América, ¿no fueron cruces precisamente las que guiaron a los navíos? En México tenemos mejores razones para odiar el cristianismo (en realidad en México tenemos mejores razones para odiarlo todo). Varg Vikernes tuvo que pedir a los policías que le maltratasen para sentir que realmente estaba haciendo un mal, que realmente le estaba causando una herida al Otro; aquí, en cambio, cualquiera de ustedes que entre por algún motivo a la cárcel encontrará algún santo al cual rezarle.

Digamos que el argumento más común es: si Europa nos vino con el cristianismo, el verdadero BM mexicano debe apuntar a lo prehispánico. El problema es que escuchar Black metal ya conlleva cierto grado de malinchismo. No se asusten, eso no quiere decir que no podamos amar nuestra tierra, patria o como quieran llamarle. Pero hay que aceptar que no caímos en el mejor lugar del mundo, e incluso el mundo no es el mejor lugar, pero sí el único. No obstante, por un lado vemos a un gran número de sujetos exaltando una identidad de BM mexica(no) basada en el indigenismo (sin darse cuenta que México ya se dice en castellano), encontrando la obvia conexión entre los distintos paganismo que ha habido en el mundo. Es algo así como una identificación no pronunciada por los sujetos. A veces rezaría más o menos así: "Tengo una identificación con el modelo europeo, pero racionalmente sé que soy muy distinto, así que el objeto de identificación inconscientemente es desplazado a un buen sustituto del primero para no generarme angustia”. Por suerte no siempre es así. Aunque este planteamiento se encontraría obvio si entendemos que la idea del BM prehispánico surgió de escuchar el BM europeo. Es claramente lo más normal, ante una incertidumbre de la identidad, encontrar una suerte de solución en la tierra donde se tienen los pies puestos. No hay base más sólida para una realidad tambaleante. Pero la verdad, la triste verdad del Black metal mexicano es que el Black metal nos vino desde el mar. El Black metal tiene más relación con el mar que con la tierra; sobre el mar sólo Cristo puede caminar. En el Black metal debemos ahogarnos, ahogarnos en un mar que sea símbolo de una nada perpetua. Para el Black metal mexicano tener los pies demasiado puestos en la tierra es un problema evidente. 


Por eso recuerdo la película "Martín H", cuando Martín padre dice: "Tú país son tus amigos". La nación no existe, nos da a entender, con un discurso conmovedor. Uno no pertenece a ningún lugar, ¿de quién es la patria? Es una pregunta que aunque con base en conquistas o trabajo siempre acarreará incertidumbre, finalmente no deja de ser un significante que trata de condensar al padre y a la madre. Patria proviene de pater, y en nuestra particular lengua es un sustantivo femenino. La única nación que existe es la que en tu subjetividad te liga a determinados significantes: en el caso del viejo Martín ese significante es la amistad. Pero al mismo tiempo, al estar sujetos a condiciones humanas, al error, a la responsabilidad y a lo inconsciente, la patria/nación es como una nada, en la que mediante incesantes movimientos subjetivos se va constituyendo un camino diacrónico (mudar de significantes, cambios en la historia personal), en la que consistencia simbólica es un objeto que está en el otro más allá del otro... más allá de los significantes asociados, ese objeto es inalcanzable y configura lo real de nuestro deseo.   

Debo aclarar de paso que no tengo nada en contra del Black metal prehispánico, me parece una buena corriente, si se le puede llamar así; aunque lo desagradable es cuando pasa a ser un movimiento cuasi nacional socialista. Una cosa es tener una inclinación por la cultura prehispánica por diversos motivos y simplemente querer fusionar eso con el Black Metal, que es totalmente correcto, y otra muy distinta es querer llevar eso a una guerra contra los no-aztecas. Sé que es difícil asimilarlo pero somos un pueblo mestizo que no tiene los pies bien puestos en ningún lado. Y la solución a ello no es aferrarse a una identidad nacional construida de muchas formas y con muchos fundamentos imaginarios. La experiencia nos dice que eso no funciona en lo absoluto. ¿Y qué tal si optamos por lo contrario? O sea, la destrucción de toda tentativa de identidad mexicana y utilizar ese vacío para construir un lugar desde el que el BM pueda hablar con más propiedad.  Si nuestra lengua materna es el castellano, entonces lo prehispánico sólo puede existir cuando se escribe: (pre)hispánico. Es así como lo propongo.
El Black metal prehispánico es una respuesta a la angustia que provoca que seamos un pueblo fundado en un sabotaje que no deja de mostrarnos sus huellas en cada instante, para esto les remito a que lean el texto de Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina”, una obra llena de verdad y brillo poético. La conquista española nos trajo lo que el Black metal combatió desde un comienzo, a saber, la cruz. Es doloroso aceptar que somos un pueblo conquistado por cristianos y más doloroso es quejarse de ello en castellano. El problema es que tampoco somos aztecas y la tierra no es lo más importante para determinar una raíz, o sea que también hay sangre –lamentablemente quizá- española en nosotros. Si lo vemos así es curioso que existan muchas bandas de BM prehispánico y ninguna de BM hispánico: ahí entra la prueba de que el malinchismo es más real cuando es (de)negado. ¿Se dan cuenta de la ironía? A veces es más oportuno ser cínicamente malinchista. Aunque tampoco se trata de eso. Hay bandas de Black metal mexicano que hablan de paganismo europeo en sus letras. No sería problema si se tratara de caotas, o sea de sujetos que ejercen la magia del Caos; pero sí es problema cuando se trata –como generalmente- de sujetos que simplemente quieren ser noruegos, suecos, alemanes. Obviamente ahí entra una enajenación en el plano imaginario. Pero no nos vayamos siempre por la lectura ingenua: también se puede fundar una identidad simbólica a partir de ello, y eso es un problema también. Todo depende de aquello a lo que le doy el mayor énfasis: la historia personal de cada sujeto. 
Aparte de la corriente indigenista hay otra que exalta a México como nación mestiza. Se trata más bien de una cuestión nacionalista. La raza no importa tanto, más bien les importa la bandera. Habrá muchos que se inclinen por este camino y eso nos aporta variedad. En lo personal no es lo que yo sigo, ninguna de mis letras alabará a México nunca. Para mí México es un error. Aunque bueno, el malestar no es mío ni del mexicano, es de la humanidad en general. Recuerden el diálogo que tiene Renton en Trainspotting acerca del hecho de ser escocés. Un amigo que también vio esa escena simplemente no podía creer por qué alguien habría que quejarse de ser escocés. Nuevamente debo mencionarles que es cosa de significantes. Yo opto por la misantropía, otros pueden optar por otras cosas, es necesaria cierta pluralidad en el BM; pero también es necesario saber nuestra posición subjetiva con respecto a lo que seguimos y queremos hacer. Saber qué parte de nuestra historia está implicada; saber que siempre hay algo de verdad tras la ficción. El Black metal también es una ficción. Hay que saber escuchar la verdad que pronuncia.



                                                                      -




La relación entre un nombre propio y el Black metal está implícita desde un principio. Varg Vikernes hace objeción de que el Black metal no se trata de Satanás, y en realidad su tema instrumental “Dominus Sathanas” no es de sus mejores. Hay que tener cuidado en creer que Satán y Satán sean sinónimos. Jamás lo son, y he allí lo complejo del asunto y la necesidad de haberlo abordado en esta ocasión. La identificación simbólica de Burzum con el dios blanco, Baldrs o Belus, llama la atención no tanto en el punto en el que se trata de una deidad que representa el énfasis del regreso al paganismo y a la sangre ancestral, sino, más bien, en aquella ambigüedad que puede ocasionar el uso de distintos nombres para apuntar hacia la experiencia mística. El padre simbólico es parte sustancial del Black metal en tanto que lo denomina para nosotros: ahí es donde entra la responsabilidad de cargar con un pseudónimo. No se trata sólo de identificarse imaginariamente con algún demonio o entidad, si no, que ese nombre pueda devenir como parte de nuestra propia palabra. El-nombre-de-Satán así cobra su verdadero significado. En la multiplicidad de nombres bajo un sólo trazo, el nombre propio no es estrictamente solo uno. Claro que en una época donde la palabra pareciera estar perdiendo el poder que antiguamente se le daba muchas de las cosas que digo pueden parecer más del lado del disparate. Al hacer esa típica división entre enunciado y acción, lo que se está haciendo es dejar al deseo que se esconde detrás del teatro como superfluo, logrando que el Black metal se estanque en una relación puramente imaginaria. El verdadero Satán no está tanto en acciones “satánicas”, que muchas veces de forma ingenua confunden con terrorismo, sino más bien en lo que enuncia su nombre en relación con nuestro ser. Hay un sinfín de bandas que sólo repiten y repiten de una manera nada innovadora y olvidan lo que implica la palabra en su música, en su nombre, en su decir. No se puede prescindir de lo imaginario, pero hay algo en el Black metal que, como ya he dicho antes, está siendo asesinado: su propia muerte. El imaginario es el campo donde opino que se le pretende dar vida. Jacques Lacan en algún momento dijo que el único orificio que no se cierra jamás es el oído, por donde entra la palabra, el don del Otro, y que es ahí donde el Black metal, como música y más allá (si es que concebimos suficientemente fuerte la tendencia del objeto de la sublimación) se sitúa en su relación inequívoca con el hablaje.          

Lo que le da magia al Black metal es que puede situarse más allá de las traducciones: el grito pronunciado puede aparecer en todos los idiomas. Es decir; no se necesita entender para saber de qué se está hablando. Así como es responsabilidad del músico pronunciar algo –pues pronunciar algo ya es esperar una respuesta- es responsabilidad del oyente derramar su subjetividad en la obra. Y eso significa algo sencillo: escuchar con los propios oídos, escuchar con nuestra propia historia. A partir de ahora voy a preparar el siguiente punto a tocar en el Orgenlatém: el NSBM. Hay tanto qué decir sobre esta tendencia tan polémica, y sin duda yo me iré a escuchar un álbum de Absurd. Hasta luego. Nos vemos en el III.

-Chaoswolf

martes, 21 de mayo de 2013

I. Black metal: un templo de palabras muertas




Introducción:

¿Qué es el Orgenlatém? Por supuesto, es metal negro escrito al revés. Siempre lo he dicho, el Black Metal es un género fascinante, único, excepcional; razón por la cual seré yo quien se encargue de construir estos ensayos sobre el BM, tratando de abarcar sus diferentes dimensiones, por un lado para re-flexionar sobre él, lograr darle su estatuto como género diferenciado y cuestionar la insistente repetición de fórmulas y filosofías que las más de las veces no terminan sino en un solipsismo barato. Por eso el segundo nombre del Orgenlatém puede ser sin problema: la subversión del BM. A través de referencias a la filosofía y al psicoanálisis en especial, pretendo trabajar temas recurrentes dentro de este género, para proponer mi propia lectura y compartirla de tal modo que nada tenga que ver con un dogma de fe sino con un medio para que el pensamiento haga su aparición. El psicoanálisis en su extensión al BM como género musical -y al mismo tiempo siempre ideológico- hará la labor de ayudarnos a apuntar a la dimensión de lo inconsciente, a la condición de sujetos a su determinación y a la libertad que en esa paradoja pueda mostrarse. No se trata, pues, de psicoanalizar al BM, como tampoco se psicoanalizan películas o novelas (ni a sus autores o directores), se trata de llevar el análisis a un punto que los conceptos articulados en ello permitan producir un saber que no apunta a la totalidad sino a la particularidad de quien se adentre en el trabajo de estos textos, dejando a los efectos surgir en su multiplicidad, en comunión con el caos, quien guía nuestras líneas sin cesar de hacerme lucir tachable y un poco loco; pero desde cualquier frente por el que se quiera atacar, ¿será que con mover un poco la óptica esta obra permita una producción más allá de la convencional acomodación de las "cosas"? Finalmente el BM es un género del que se puede decir mucho y no ha habido la suficiente justicia para con esa riqueza.


Es evidente la dificultad que nos concierne ante un abordaje del BM en su dimensión ideológica, de la que la música no queda exenta en su totalidad ni siquiera cuando se utilizaba como ceremonial del trabajo o para atraer la beneficencia de los dioses (es decir, no existe música "pura"); no obstante, trataremos de realizar esto dentro de una lógica gradual en la que poco a poco veremos consolidados resultados. Al principio todo había sido redactado en mi cuenta de facebook, cuyo límite me causó para abrir este blog, del cual podemos esperar que surja un cierto cúmulo de impresiones, en los diversos sentidos, para el lector interesado. Completamente modesta, -¿y por qué no?- también molesta, es nuestra particular intención de causar algún efecto subjetivo en quien se adentre en este obra inconclusa, incluso tratándose de una aversión o rechazo, la idea principal es que haya una ruptura con cierta continuidad en la que vemos esa necesidad de reclamar por un retorno a pensar, incluso por más delirante que llegue a ser, sobre la pertinencia de nosotros en lo que nos concierne a nosotros, sin redundar en lo absoluto. Apostamos a marcar una brecha pasada por alto, como cuando Nietzsche habló de la división en dos de la historia de la humanidad. Nosotros, humildemente, apuntamos a partir en dos la historia del Black Metal.

I. 


Para hablar de algo tan difuso como el Black metal, considero pertinente hablar primero de lo que no es. No es lo que se cree que es, es lo que es, y hasta ahí. No hay acceso, nosotros estamos instaurados en la creencia. Esta fórmula apunta a algo, no tan pronto quizá veremos a qué. Por lo pronto, quiero comenzar diciéndoles que siempre hay algo se escapa, y que se sitúa en un lugar inexistente y del que sólo se pueden restituir ciertas palabras. Palabras que viven en mí, en ustedes, los "bemescuchas", y que tienen como propósito cometer un suicidio; así, mi alma, que es sólo una palabra, se vuelve suicida al enunciar lo que propongo como una forma de articular el Black metal, de ex–sistir en él, y que es precisamente por apuntar hacia la muerte que no deben ser tomadas como verdaderas en el sentido de adaequatio rei et intellectus.
Porque lo que es necesario es que alguien pueda decir lo que el Black metal es, considerando que lo que no es o no debe de ser está allí presente, como un soporte que puede ser afirmado por alguna nueva palabra que habrá de morir para ser tomada en cuenta. Y esto, quiero enfatizar, no se trata de una dialéctica por la que se llegará a una síntesis (una definición total del Black metal), sino más bien una apertura al vuelo del deseo en cada persona que cargue consigo al Black metal, a ese templo de palabras muertas que lo hace inmortal en su mortalidad. El Black metal es un mito, y por lo tanto está relacionado con dar respuesta a algo que de algún modo no la tiene, por ello debemos marcar una cierta a-temporalidad hacia aquello en lo que todos quieren ver una firmeza sucesiva. Lo que está perdido es el origen, el mito viene a poner algo en ese hueco.


Si no hay corazón ni cabeza de metal, es porque el BM puede ser otra cosa que los demás géneros (o subgéneros) del metal; por eso quizá sea mejor hablar de voz y oídos del Black metal, incluso más que de ojos e imagen, aunque también sean constitutivos. El Black metal tomado como mito, o si quieren verlo, como fantasma (en tanto el fantasma inconsciente es nuestra particular mitología), impide que llegue a ser definido totalmente por un Otro que aparezca en este caso con la forma de lo que usualmente se llama “tribu urbana”. El Otro es un lugar, "tesoro de lo significantes", a partir del cual el sujeto viene a ser. Por ejemplo, el Otro es el mundo que precede a la llegada de cualquier ser humano (costumbres, reglas, economía, nombres, etc.). Dios, sea el de la teología o el de la filosofía moderna, es uno de los tantos nombres que adopta el Otro. Por eso mismo, el Black metal al caer totalmente en ese catálogo de significantes, se pierde a sí mismo, cae en el estereotipo, en el dogma, en la repetición continua de palabras que no hacen más que pretender darle realidad a algo que no está ahí del todo. Así se cae en el primer error, creer que el Black metal se observa por la cantidad de discos, de tapes, de vinilos, de conciertos, de años escuchándolo (que deberían importar más cuando se dejan de contar), y que no son más que un contrato con un Otro al que se le pide que comporte al Black metal en nombre de un falso nombre, o sea del inflado Yo de los sujetos que se han vuelto expertos en posar, ya sea posar no ser falsos o posar ser verdaderos. A los primeros se les llama trues, a los segundos posers.
 Decir algo así como: “Soy metalero, ¿por qué? Porque me encanta el metal”, se pretende que sea también dicho en el Black metal. Es estúpido. Pero no porque para ser blackmetalero haya que tener una pase de entrada, o una iniciación ritualística, sino simplemente porque para el Black metal no se es, no existe el Blackmetalero ni el blacker, excepto que a alguno le guste uno de esos rótulos, y esperemos que sepa por qué. La mayoría, como ven, no lo saben. Esto no quiere decir que un metalero no pueda comprender el Black metal (aunque la experiencia nos diga lo contrario), sino que lo puede englobar en su pasión general por el metal. Y ante eso, el Black metal se disuelve por el simple hecho de que ya no es metal-negro, sino metal y pintado –o disfrazado- de negro.  Por eso insisto en que no hay que ver al Black metal como un subgénero del metal, aunque lo sea. La vestimenta o el saber bastante de bandas antes importaba mucho para considerarse "blacker", ahora la actitud posmoderna quiere reducir todo al amor pasional hacia el género: si lo tienes, lo has logrado, pasaste la prueba. Esto no nos dice nada a nosotros, es un puro sustituto del antiguo afán por vestirse de negro o coleccionar bandas. No apuntamos a determinar qué define al blacker, eso nos llevaría a decir, radicalmente, que los únicos verdaderos blackers son los conocidos "posers". Por eso nos interesamos en destituir ese intento de unión entre el escucha/amante/etc. de un género con el género como tal, dicha unión obedece a una fantasía que vemos proliferar en distintos ámbitos, desde el religioso hasta el científico, por decir unos. 

Bueno, pues... ¿qué más sucede? Sucede que hay personas que creen que con matar a alguien o quemar alguna iglesia ascenderán en su ¿nivel? de Black metal-es. Yo les digo: si pueden háganlo, de verdad, pero eso no va a responder a su pregunta. Porque para empezar, ni siquiera se sabe qué se le está preguntando al Otro. Otro con mayúscula entendido como entidad simbólica abstracta. No por lograr llevar a lo Real el mito –homicidio, quema de iglesias, etc.- se encontrará la resolución al enigma de lo que es el verdadero Black metal. No hay escapatoria, el Black metal está también en lo simbólico. Voy a precisar esto: en el psicoanálisis propuesto por Lacan, se habla de lo real, lo simbólico y lo imaginario como el ternario de registros en los que funciona el psiquismo. Lo que entendemos por realidad es la conjunción entre lo simbólico y lo imaginario; nuestras creencias, en las que dije que estamos instaurados son simbólicas en el sentido en que están referidas a un Otro: lo real es eso que excede, lo que no puede ser puesto en palabras y por ende no simbólico, pero que se entrecruza con los otros dos registros, nunca está totalmente aislado. Lo Real puede ser entendido, en este preciso caso, como aquello del BM que no podemos decir del todo y por esa misma razón se lleva al acto. Ese Real del BM es justamente su imposible definición, lo que nos lleva a plasmarlo, por ejemplo, en el plano imaginario. Y aquí entramos en un nuevo atolladero, ¿por qué entonces usar la indumentaria, las fotos, el corpse-paint? ¿Qué acaso no es sólo una pantalla, una ficción, diríamos, una falsedad? Quizá esta respuesta no sea la que se espera, pero sí, y es porque el Black metal necesita ser actuado para existir, para que ese Real pudiera pasar a palabras tuvo que haber un medio de pasaje, no por nada, las bandas inmiscuidas en su consolidación siguen tocando, algunas usan corpse-paint, otras no, pero eso no importa, siguen representando algo en su lejanía (desde Darkthrone experimentando con el punk y hardcore, hasta Burzum con música ambiental folkórica), lo que importa es que se necesita de alguna forma de la "imagen" del Black metal para articularse. El problema es cuando la imagen pasa a ser alienante para los ojos hambrientos. Por eso hablar de muertos y palabras muertas me parece una buena metáfora, pues los muertos no comen. Pensemos en un ejemplo: Preguntarse “¿qué es más verdadero para tocar Black metal, usar corpse paint o no?” es como tener incertidumbre de si seguir los pasos de Emperor o los de Immortal. Pienso que es una decisión a la que cada quien tiene que llegar de la manera más personal posible, entendiendo que persona etimológicamente proviene de "máscara". Yo le otorgo mucho valor al corpse-paint, no tanto por su imagen, sino por su huella; una vez que lo usas, lo puedes dejar de usar, pero la huella ya está allí. El corpse paint es una posibilidad de desidentificación con uno mismo, así uno a veces puede olvidarse que incluso es él quien está pintado. Empero, el corpse paint no hace al Black metal; puedes usar corpse paint y no estar tocando black metal y viceversa.


El Black metal es un templo de palabras muertas, es una tumba, un espíritu que reencarnamos nosotros los que hoy lo vivimos. Esas palabras muertas marcan algo importante: son una manera de decir que hay algo que es impronunciable en el Black metal. Y esto se relaciona con cualquier arte (pues el Black metal, para mí, es arte, pero quienes lo hacemos no somos propiamente artistas) y nos lleva, en lo que al Black metal concierne, a cargar con cuerpos sin alma, cadáveres, que son en mucha medida lo que nos hace identificarnos con el Black metal. Somos nosotros mismos esas palabras muertas. La meta a la que nuestra pulsión aspira está inhibida por esencia; sin embargo, en la sublimación hay algo que la lleva más allá. Trata de tocar lo Real. Pero lo Real es lo traumático, lo inefable, lo horrible... (Y naturalmente que lo que conocemos como sublime marcha hacia allá, pero en el mejor de los casos es un mero intento). El Black metal tiene su Real, y es precisamente la renegación del mismo, la que crea tantas visiones categóricas de cómo se debe existir en el Black Metal. Por eso, por ejemplo, si hay que le falta mucho al Death metal y deathmetaleros es muerte (no muerte biológica), y por desgracia eso también ocurre en muchos seguidores del Black metal. ¿A qué me refiero con esto? En pocas palabras, a que están sostenidos fielmente en un pasado vivo. Difícilmente algún "true metaller" de antaño va a aceptar que una banda nueva sea mejor que una de culto, porque entraría el horror de ver caer la rama donde él mismo está sostenido. Drogas, alcohol, golpes, etc. parecieran ser los mejores ejemplos de no tener miedo a la muerte. Démonos cuenta que no siempre es así. Existe también cierto miedo a tomar en serio lo que el Black metal no dice, por eso se le puede ver como algo ridículo sin más; Immortal es un gran ejemplo de la ridiculización del Black metal. Aunque vemos que ellos han sabido sacar algo de provecho de eso. Viéndolo de una manera más directa, la risa ante lo que nos parece ridículo o gracioso se relaciona con cierta degradación o rebajamiento de ese objeto, lo que implica que hay una expectativa de que ese objeto (en este ejemplo es Immortal como imagen) sea más allá de lo humano, que no tenga errores, que sea impecable, que la imagen de la “maldad” pase a lo Real, cosa por demás imposible. Entre mejor producción tenga un video, con mejores efectos imaginarios que hagan la ilusión de que estamos ante otra realidad, se cree que estamos más cerca de lo Real. Podría arriesgar decir que incluso lo Real puede apreciarse en aquello que apunta a la risa de angustia. Es bueno poder reírse de una parodia al BM, pero ciertos límites nos señalan cuánta angustia algunos tienen que disipar.


Si por ahí alguien conocido por todos aquí presentes decía que el BM es guerra, está bien, pero que sea una guerra contra la alienación con el Otro. Claro que sin llegar al punto de romper la dicción con éste (la alienación es constitutiva); pues sólo en él y a través de él se va a construir lo que podemos llamar un nombre propio. Y un nombre propio no es un pseudónimo ni miles, sino la posibilidad de un nombre en cuantos sea, un nombre sin traducción, un nombre que nomina pues provino en un primer tiempo de la nominación. Un nombre instaurado en el síntoma en que nos podemos convertir, y que el BM sea también nuestro síntoma, para cada uno nosotros quienes nos dedicamos al Black metal en cualquiera de sus formas, no únicamente tocando. Algo del Otro tiene que faltar para que podamos hacernos de un nombre propio. Lo opuesto al templo de palabras muertas es por supuesto, una borregada, una luz cegadora de salvación, la palabra vacía que llena todo agujero, el fanatismo, el elevarse a un lugar sin escalar, o el construir algo con instructivo. - Pero aquí no acaba esto, hay muchas cosas más que decir sobre el Black metal, más ahora cuando el nombre del Black metal parece estar siendo ofrecido, sacrificado, asesinado gracias a la incertidumbre de muchos sujetos que lo utilizan –sin saberlo, obviamente- para no encarar la angustiosa realidad de que el Otro no está completo, y por consecuencia, nosotros tampoco. Este escrito es apenas una introducción a unas reflexiones sobre el Black metal que he hecho y seguiré haciendo, y que me gustaría titular como: “Orgenlatém: la subversión del BM”. Espero pronto tener el segundo escrito para compartirlo con ustedes. Por ahora es tiempo de partir.

-Chaoswolf