Tomino

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martes, 21 de mayo de 2013

I. Black metal: un templo de palabras muertas




Introducción:

¿Qué es el Orgenlatém? Por supuesto, es metal negro escrito al revés. Siempre lo he dicho, el Black Metal es un género fascinante, único, excepcional; razón por la cual seré yo quien se encargue de construir estos ensayos sobre el BM, tratando de abarcar sus diferentes dimensiones, por un lado para re-flexionar sobre él, lograr darle su estatuto como género diferenciado y cuestionar la insistente repetición de fórmulas y filosofías que las más de las veces no terminan sino en un solipsismo barato. Por eso el segundo nombre del Orgenlatém puede ser sin problema: la subversión del BM. A través de referencias a la filosofía y al psicoanálisis en especial, pretendo trabajar temas recurrentes dentro de este género, para proponer mi propia lectura y compartirla de tal modo que nada tenga que ver con un dogma de fe sino con un medio para que el pensamiento haga su aparición. El psicoanálisis en su extensión al BM como género musical -y al mismo tiempo siempre ideológico- hará la labor de ayudarnos a apuntar a la dimensión de lo inconsciente, a la condición de sujetos a su determinación y a la libertad que en esa paradoja pueda mostrarse. No se trata, pues, de psicoanalizar al BM, como tampoco se psicoanalizan películas o novelas (ni a sus autores o directores), se trata de llevar el análisis a un punto que los conceptos articulados en ello permitan producir un saber que no apunta a la totalidad sino a la particularidad de quien se adentre en el trabajo de estos textos, dejando a los efectos surgir en su multiplicidad, en comunión con el caos, quien guía nuestras líneas sin cesar de hacerme lucir tachable y un poco loco; pero desde cualquier frente por el que se quiera atacar, ¿será que con mover un poco la óptica esta obra permita una producción más allá de la convencional acomodación de las "cosas"? Finalmente el BM es un género del que se puede decir mucho y no ha habido la suficiente justicia para con esa riqueza.


Es evidente la dificultad que nos concierne ante un abordaje del BM en su dimensión ideológica, de la que la música no queda exenta en su totalidad ni siquiera cuando se utilizaba como ceremonial del trabajo o para atraer la beneficencia de los dioses (es decir, no existe música "pura"); no obstante, trataremos de realizar esto dentro de una lógica gradual en la que poco a poco veremos consolidados resultados. Al principio todo había sido redactado en mi cuenta de facebook, cuyo límite me causó para abrir este blog, del cual podemos esperar que surja un cierto cúmulo de impresiones, en los diversos sentidos, para el lector interesado. Completamente modesta, -¿y por qué no?- también molesta, es nuestra particular intención de causar algún efecto subjetivo en quien se adentre en este obra inconclusa, incluso tratándose de una aversión o rechazo, la idea principal es que haya una ruptura con cierta continuidad en la que vemos esa necesidad de reclamar por un retorno a pensar, incluso por más delirante que llegue a ser, sobre la pertinencia de nosotros en lo que nos concierne a nosotros, sin redundar en lo absoluto. Apostamos a marcar una brecha pasada por alto, como cuando Nietzsche habló de la división en dos de la historia de la humanidad. Nosotros, humildemente, apuntamos a partir en dos la historia del Black Metal.

I. 


Para hablar de algo tan difuso como el Black metal, considero pertinente hablar primero de lo que no es. No es lo que se cree que es, es lo que es, y hasta ahí. No hay acceso, nosotros estamos instaurados en la creencia. Esta fórmula apunta a algo, no tan pronto quizá veremos a qué. Por lo pronto, quiero comenzar diciéndoles que siempre hay algo se escapa, y que se sitúa en un lugar inexistente y del que sólo se pueden restituir ciertas palabras. Palabras que viven en mí, en ustedes, los "bemescuchas", y que tienen como propósito cometer un suicidio; así, mi alma, que es sólo una palabra, se vuelve suicida al enunciar lo que propongo como una forma de articular el Black metal, de ex–sistir en él, y que es precisamente por apuntar hacia la muerte que no deben ser tomadas como verdaderas en el sentido de adaequatio rei et intellectus.
Porque lo que es necesario es que alguien pueda decir lo que el Black metal es, considerando que lo que no es o no debe de ser está allí presente, como un soporte que puede ser afirmado por alguna nueva palabra que habrá de morir para ser tomada en cuenta. Y esto, quiero enfatizar, no se trata de una dialéctica por la que se llegará a una síntesis (una definición total del Black metal), sino más bien una apertura al vuelo del deseo en cada persona que cargue consigo al Black metal, a ese templo de palabras muertas que lo hace inmortal en su mortalidad. El Black metal es un mito, y por lo tanto está relacionado con dar respuesta a algo que de algún modo no la tiene, por ello debemos marcar una cierta a-temporalidad hacia aquello en lo que todos quieren ver una firmeza sucesiva. Lo que está perdido es el origen, el mito viene a poner algo en ese hueco.


Si no hay corazón ni cabeza de metal, es porque el BM puede ser otra cosa que los demás géneros (o subgéneros) del metal; por eso quizá sea mejor hablar de voz y oídos del Black metal, incluso más que de ojos e imagen, aunque también sean constitutivos. El Black metal tomado como mito, o si quieren verlo, como fantasma (en tanto el fantasma inconsciente es nuestra particular mitología), impide que llegue a ser definido totalmente por un Otro que aparezca en este caso con la forma de lo que usualmente se llama “tribu urbana”. El Otro es un lugar, "tesoro de lo significantes", a partir del cual el sujeto viene a ser. Por ejemplo, el Otro es el mundo que precede a la llegada de cualquier ser humano (costumbres, reglas, economía, nombres, etc.). Dios, sea el de la teología o el de la filosofía moderna, es uno de los tantos nombres que adopta el Otro. Por eso mismo, el Black metal al caer totalmente en ese catálogo de significantes, se pierde a sí mismo, cae en el estereotipo, en el dogma, en la repetición continua de palabras que no hacen más que pretender darle realidad a algo que no está ahí del todo. Así se cae en el primer error, creer que el Black metal se observa por la cantidad de discos, de tapes, de vinilos, de conciertos, de años escuchándolo (que deberían importar más cuando se dejan de contar), y que no son más que un contrato con un Otro al que se le pide que comporte al Black metal en nombre de un falso nombre, o sea del inflado Yo de los sujetos que se han vuelto expertos en posar, ya sea posar no ser falsos o posar ser verdaderos. A los primeros se les llama trues, a los segundos posers.
 Decir algo así como: “Soy metalero, ¿por qué? Porque me encanta el metal”, se pretende que sea también dicho en el Black metal. Es estúpido. Pero no porque para ser blackmetalero haya que tener una pase de entrada, o una iniciación ritualística, sino simplemente porque para el Black metal no se es, no existe el Blackmetalero ni el blacker, excepto que a alguno le guste uno de esos rótulos, y esperemos que sepa por qué. La mayoría, como ven, no lo saben. Esto no quiere decir que un metalero no pueda comprender el Black metal (aunque la experiencia nos diga lo contrario), sino que lo puede englobar en su pasión general por el metal. Y ante eso, el Black metal se disuelve por el simple hecho de que ya no es metal-negro, sino metal y pintado –o disfrazado- de negro.  Por eso insisto en que no hay que ver al Black metal como un subgénero del metal, aunque lo sea. La vestimenta o el saber bastante de bandas antes importaba mucho para considerarse "blacker", ahora la actitud posmoderna quiere reducir todo al amor pasional hacia el género: si lo tienes, lo has logrado, pasaste la prueba. Esto no nos dice nada a nosotros, es un puro sustituto del antiguo afán por vestirse de negro o coleccionar bandas. No apuntamos a determinar qué define al blacker, eso nos llevaría a decir, radicalmente, que los únicos verdaderos blackers son los conocidos "posers". Por eso nos interesamos en destituir ese intento de unión entre el escucha/amante/etc. de un género con el género como tal, dicha unión obedece a una fantasía que vemos proliferar en distintos ámbitos, desde el religioso hasta el científico, por decir unos. 

Bueno, pues... ¿qué más sucede? Sucede que hay personas que creen que con matar a alguien o quemar alguna iglesia ascenderán en su ¿nivel? de Black metal-es. Yo les digo: si pueden háganlo, de verdad, pero eso no va a responder a su pregunta. Porque para empezar, ni siquiera se sabe qué se le está preguntando al Otro. Otro con mayúscula entendido como entidad simbólica abstracta. No por lograr llevar a lo Real el mito –homicidio, quema de iglesias, etc.- se encontrará la resolución al enigma de lo que es el verdadero Black metal. No hay escapatoria, el Black metal está también en lo simbólico. Voy a precisar esto: en el psicoanálisis propuesto por Lacan, se habla de lo real, lo simbólico y lo imaginario como el ternario de registros en los que funciona el psiquismo. Lo que entendemos por realidad es la conjunción entre lo simbólico y lo imaginario; nuestras creencias, en las que dije que estamos instaurados son simbólicas en el sentido en que están referidas a un Otro: lo real es eso que excede, lo que no puede ser puesto en palabras y por ende no simbólico, pero que se entrecruza con los otros dos registros, nunca está totalmente aislado. Lo Real puede ser entendido, en este preciso caso, como aquello del BM que no podemos decir del todo y por esa misma razón se lleva al acto. Ese Real del BM es justamente su imposible definición, lo que nos lleva a plasmarlo, por ejemplo, en el plano imaginario. Y aquí entramos en un nuevo atolladero, ¿por qué entonces usar la indumentaria, las fotos, el corpse-paint? ¿Qué acaso no es sólo una pantalla, una ficción, diríamos, una falsedad? Quizá esta respuesta no sea la que se espera, pero sí, y es porque el Black metal necesita ser actuado para existir, para que ese Real pudiera pasar a palabras tuvo que haber un medio de pasaje, no por nada, las bandas inmiscuidas en su consolidación siguen tocando, algunas usan corpse-paint, otras no, pero eso no importa, siguen representando algo en su lejanía (desde Darkthrone experimentando con el punk y hardcore, hasta Burzum con música ambiental folkórica), lo que importa es que se necesita de alguna forma de la "imagen" del Black metal para articularse. El problema es cuando la imagen pasa a ser alienante para los ojos hambrientos. Por eso hablar de muertos y palabras muertas me parece una buena metáfora, pues los muertos no comen. Pensemos en un ejemplo: Preguntarse “¿qué es más verdadero para tocar Black metal, usar corpse paint o no?” es como tener incertidumbre de si seguir los pasos de Emperor o los de Immortal. Pienso que es una decisión a la que cada quien tiene que llegar de la manera más personal posible, entendiendo que persona etimológicamente proviene de "máscara". Yo le otorgo mucho valor al corpse-paint, no tanto por su imagen, sino por su huella; una vez que lo usas, lo puedes dejar de usar, pero la huella ya está allí. El corpse paint es una posibilidad de desidentificación con uno mismo, así uno a veces puede olvidarse que incluso es él quien está pintado. Empero, el corpse paint no hace al Black metal; puedes usar corpse paint y no estar tocando black metal y viceversa.


El Black metal es un templo de palabras muertas, es una tumba, un espíritu que reencarnamos nosotros los que hoy lo vivimos. Esas palabras muertas marcan algo importante: son una manera de decir que hay algo que es impronunciable en el Black metal. Y esto se relaciona con cualquier arte (pues el Black metal, para mí, es arte, pero quienes lo hacemos no somos propiamente artistas) y nos lleva, en lo que al Black metal concierne, a cargar con cuerpos sin alma, cadáveres, que son en mucha medida lo que nos hace identificarnos con el Black metal. Somos nosotros mismos esas palabras muertas. La meta a la que nuestra pulsión aspira está inhibida por esencia; sin embargo, en la sublimación hay algo que la lleva más allá. Trata de tocar lo Real. Pero lo Real es lo traumático, lo inefable, lo horrible... (Y naturalmente que lo que conocemos como sublime marcha hacia allá, pero en el mejor de los casos es un mero intento). El Black metal tiene su Real, y es precisamente la renegación del mismo, la que crea tantas visiones categóricas de cómo se debe existir en el Black Metal. Por eso, por ejemplo, si hay que le falta mucho al Death metal y deathmetaleros es muerte (no muerte biológica), y por desgracia eso también ocurre en muchos seguidores del Black metal. ¿A qué me refiero con esto? En pocas palabras, a que están sostenidos fielmente en un pasado vivo. Difícilmente algún "true metaller" de antaño va a aceptar que una banda nueva sea mejor que una de culto, porque entraría el horror de ver caer la rama donde él mismo está sostenido. Drogas, alcohol, golpes, etc. parecieran ser los mejores ejemplos de no tener miedo a la muerte. Démonos cuenta que no siempre es así. Existe también cierto miedo a tomar en serio lo que el Black metal no dice, por eso se le puede ver como algo ridículo sin más; Immortal es un gran ejemplo de la ridiculización del Black metal. Aunque vemos que ellos han sabido sacar algo de provecho de eso. Viéndolo de una manera más directa, la risa ante lo que nos parece ridículo o gracioso se relaciona con cierta degradación o rebajamiento de ese objeto, lo que implica que hay una expectativa de que ese objeto (en este ejemplo es Immortal como imagen) sea más allá de lo humano, que no tenga errores, que sea impecable, que la imagen de la “maldad” pase a lo Real, cosa por demás imposible. Entre mejor producción tenga un video, con mejores efectos imaginarios que hagan la ilusión de que estamos ante otra realidad, se cree que estamos más cerca de lo Real. Podría arriesgar decir que incluso lo Real puede apreciarse en aquello que apunta a la risa de angustia. Es bueno poder reírse de una parodia al BM, pero ciertos límites nos señalan cuánta angustia algunos tienen que disipar.


Si por ahí alguien conocido por todos aquí presentes decía que el BM es guerra, está bien, pero que sea una guerra contra la alienación con el Otro. Claro que sin llegar al punto de romper la dicción con éste (la alienación es constitutiva); pues sólo en él y a través de él se va a construir lo que podemos llamar un nombre propio. Y un nombre propio no es un pseudónimo ni miles, sino la posibilidad de un nombre en cuantos sea, un nombre sin traducción, un nombre que nomina pues provino en un primer tiempo de la nominación. Un nombre instaurado en el síntoma en que nos podemos convertir, y que el BM sea también nuestro síntoma, para cada uno nosotros quienes nos dedicamos al Black metal en cualquiera de sus formas, no únicamente tocando. Algo del Otro tiene que faltar para que podamos hacernos de un nombre propio. Lo opuesto al templo de palabras muertas es por supuesto, una borregada, una luz cegadora de salvación, la palabra vacía que llena todo agujero, el fanatismo, el elevarse a un lugar sin escalar, o el construir algo con instructivo. - Pero aquí no acaba esto, hay muchas cosas más que decir sobre el Black metal, más ahora cuando el nombre del Black metal parece estar siendo ofrecido, sacrificado, asesinado gracias a la incertidumbre de muchos sujetos que lo utilizan –sin saberlo, obviamente- para no encarar la angustiosa realidad de que el Otro no está completo, y por consecuencia, nosotros tampoco. Este escrito es apenas una introducción a unas reflexiones sobre el Black metal que he hecho y seguiré haciendo, y que me gustaría titular como: “Orgenlatém: la subversión del BM”. Espero pronto tener el segundo escrito para compartirlo con ustedes. Por ahora es tiempo de partir.

-Chaoswolf

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