Tomino

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viernes, 6 de noviembre de 2015

De la hipsteria cuestionada a la luz de una subversión del BM





Acaso salten rápidamente a la vista las palabras que componen el término neológico que se propone a modo de título: hipster e histeria. Ya el autor Ricardo Garza Laude ha escrito un libro con el título “Hipsteria”, cuyo juego significante –creemos- apunta a entender histeria como euforia. Por supuesto que hipsforia no posee la ayuda fonética suficiente como para ser utilizado sin titubeo. Pero a nosotros nos interesa cómo resuena el significante histeria, no tanto así la histeriografía sociológica del término hipster; no nos encontramos autorizados para decidir quién es un hipster auténtico y quién no, tampoco nos es urgente remitirnos al primer hipster de la historia para moldear a partir de ahí que lo que actualmente se llama hipster es un malentendido. Mucho menos pretenderíamos hacer un catálogo de rasgos de personalidad y conducta que al cumplir cierta acumulación numérica arrojen el resultado hipster. Sin embargo, ya en escritos pasados he utilizado esa palabra para designar cierta experiencia dentro del BM, pero su utilización no tuvo en absoluto una finalidad teórica sino jocosa. Aunque eso no signifique que nuestro discurso esté exento de teoría, sino que acaso pudiese ser el esbozo de una futura teoría acerca del BM; si eso importa o no, si tiene utilidad práctica o no, es algo que no me interesa. Lo que puedo decir es que no seré el único, si bien quizá sí el primero, en abordar al BM desde conceptos. ¿Es el black-hipsterismo un concepto? Sí y sólo sí lo entendemos desde la estructura (inacabada, difusa, pero que se sostiene) del Orgenlatém, es decir, desde mi pluma. En otras palabras, cuando aludo a lo hipster no lo estoy entendiendo en un modo unívoco, ni tampoco es un término para atacar a nadie, aunque sí para “discriminar”, mas no caigan en la trampa de lo peyorativo y vayamos sobre el camino.


La histeria dentro del psicoanálisis ha tenido notables variaciones, inclusive llegando a un momento en la enseñanza de Lacan en la cual se eleva a la categoría de discurso. Es un discurso sin el cual no existiría el discurso psicoanalítico, del mismo modo en que no habría Orgenlatém sin la ideología del BM, por lo cual ahora construiré algo a partir de las coordenadas que me permite esa hipsteria que se asoma en nuestra experiencia. 


En un diálogo de GTA V (Grand Theft Auto V) retratan un diálogo que en mi experiencia ha sucedido muchas veces –y en diferentes contextos-: Michael comienza por hacerle un par de preguntas a Trevor, sobre su lugar de residencia, su vestimenta, sus gustos, su estilo de vida, recabando al final toda la información para decirle sin sutileza: “You are a hipster!”. Trevor responde-naturalmente- que odia a los hipsters y que de hecho se los come por diversión, a lo que ingeniosamente Michael replica: Hipsters love saying they hate hipsters.



Por supuesto que Trevor es un personaje hosco, sucio, soez, que no es fácilmente comparable con un hipster cualquiera, cosa que Michael no está dejando de lado. Por ello argumenta: eres lo que los hipsters aspiran a ser; dicho de otro modo, un hipster elevado a su máxima expresión.  Poniendo de ejemplo su vestimenta, le dice, parafraseando: no eres falta de gusto, de ser así usarías ropa común y corriente, en cambio usas ropa deliberadamente áspera a la vista, eres, pues, ¡la oposición al gusto! ¿Por qué retomamos esta –divertida, por lo demás- conversación? Por lo paradójico que resulta el hecho curioso de que es un su negación que –según Michael- el hipster se afirma. Es en el desdoblamiento del espejo donde un hipster, sea cual fuere, constituye su identidad; en otros términos, es desde la exterioridad negada (aquello otro que a veces es llamado lo mainstream) que crea su interioridad afirmada. Hay quienes notarán que esto no es exclusivo del hipsterismo, sino que abarca la función de desconocimiento que es propia del yo. La figura –fantasmática- del hipster sólo nos la señala. Fantasmática implica para nosotros que no pretendemos situarla en una realidad objetiva pre-discursiva. Y que no se entienda que el mundo es entonces pura fantasmagoría, sino que más bien el fantasma es una estructura que posibilita hablar de realidad. El fantasma es una respuesta a las marcas de ausencia que el significante deja en el sujeto, la división realidad/fantasía es, pues, efecto de dicha operación. Por lo cual yo entiendo como figura fantasmática a un objeto que, independientemente de su realidad fáctica, pone de manifiesto la relación –problemática- del sujeto con el goce –innombrable- del Otro. El cristiano para el anti-cristiano, el judío para el nazi, el poser para el true, etc. Pero ¿quién es el antípoda del hipster? ¿Acaso él mismo? Muy probablemente, y esto es lo interesante. Empero, nuestra atención la enfocaremos hacia la relación que se establece entre el BM y lo hipster, evidenciada para nosotros en la popularidad que los “post” han adquirido en estos tiempos. Uds. saben, post-rock, post-black, post-industrial, etc. El prefijo que apunta al “después”, a lo nuevo en comparación con lo repetido, se ha convertido de hecho en algo que prolifera con cierta autonomía, habiendo individuos que dedican su regocijo musical casi en totalidad a dicha derivación. Muchos de los que otrora escuchaban BM cedieron a ese cambio de piso, digamos, en el que suponen haber ascendido. Me he llegado a topar con juicios tales como “el BM ya pasó, ya no asusta a nadie (¡¿y a quién demonios le interesa asustar?! Me pregunto), ya es conocido por todos, ahora lo novedoso es el post-black/shoegaze”. Sabemos que por sí mismo el shoegaze es un género que ya tiene connotaciones "post". Las variaciones y la diversidad de géneros que se entrelazan en la tendencia “post” no será objetivo de nuestro análisis, sino poner en mesa algunas de las posibles inclinaciones subjetivas que están asociadas a ella. En primer término, hemos visualizado que hay quienes lo conciben como una evolución, como un perfeccionamiento. De la misma manera en que un púber cualquiera, al pasar de las bandas a las que tenía acceso gracias a MTV a otras que han nadado en las aguas del underground, supone estar en crecimiento, de lo simple a lo complejo, de lo que es para las masas a lo que es para unos pocos, de esa misma manera muchos conciben el paso del black al post-black. Y para decirlo pronto, sostenemos que no es otra la ilusión que afecta al hipster cuando dice “es que eso ya no me gusta porque se volvió mainstream”. ¿Se ve?


En el plano de los gustos musicales, se tiende a creer que elegimos la música que escuchamos por buen criterio, buenos gustos, oído refinado o mentalidad evolucionada; sin excepción considero todo ello como ilusorio: sigo de cerca a Freud en esto, la verdadera elección es inconsciente. Las bandas musicales para mí, son representaciones, o en léxico lacaniano, significantes, se condensan, desplazan, pero siempre están ahí para representar a un sujeto para otro significante. Y los significantes están en función de la historia de cada sujeto, p. ej. no es sorprendente que la gente con esta tendencia a lo post sea justamente aquella que hace música. El vínculo que hay con la experimentación musical es ineluctable. Y sabemos que el ser músico es también un significante. Subrayen eso. También observamos que dentro de lo post figura, aunque quizá no dentro del mismo grupo, aquello que invita a un minimalismo exacerbado. Grupos que tocan dos o tres acordes por hora, cuya finalidad acaso sea matar de aburrimiento, pero en quienes muchos encuentran reliquias dignas de analogías con el santo grial. Por otro lado, hay bandas de “post-black” que suenan tan black que parece ocioso buscar el post y no dejarlo simplemente en que experimentaron de modo logrado. Hay álbumes tan geniales como el homónimo de Amesoeurs, como también reproducciones técnicas estúpidas y vacuas. 


Pero dejando de lado las infinitas variables en este tema, mi crítica al asignarle el prefijo post al black se entiende dentro de las coordenadas del significante. Es dar pie al supuesto de que el black ha sido superado, y por lo tanto, pensar que en esa superación radica la subversión. Yo he escrito hasta el cansancio que la subversión del BM tiene que ver con otra cosa, difícil –cierto es- de asir, pero que tiene que ver con la letra. No les diría que Chaoswolf es la subversión del BM, porque soy más bien quien está tratando de construirla, y desde ahora les digo que no hay formas acabadas. Es la tensión dialéctica que no cesa de no escribir su culminación, o podemos pensarla como la paradoja del futuro anterior: habrá sido… el BM habrá sido ¿qué? Lo que es. 


 Hay otros aspectos que en ocasiones son correlativos a lo que venimos mencionando; es decir, de esa tendencia desbordada de lo “post”. Es el hecho de que, en tanto el post supone una combinación del black con elementos ajenos a su “naturaleza”, se considera esto una especie de “apertura de mente” en cuanto a la ortodoxia clásica de lo true. El black-hipster se comienza a considerar un anti-true. Las consecuencias de esto tocan para nosotros el tema de la verdad. El blacker hipster pudiera manifestarse en aquel que considera estar rompiendo los esquemas trues que impiden la libertad creativa, y en eso pareciera que no hay mucha diferencia conmigo y mi subversión del BM. Pero para no caer en la trampa Michael-Trevor, en vez de renegar de esa semejanza, la asumiré y la llevaré más lejos, veamos cómo.


A pesar de que es generalizada la tendencia a creer que toda verdad es relativa, que cada cabeza es un mundo, el que escucha post-black con portadas rosas puede llegar a considerar primitivos a los trues que aseguran que la mejor música se hizo en los 70’s-80’s (lo cual asemeja a éste último a una postura hipstérica), mientras que los trues -en el mejor de los casos- no lo van a bajar de puto. Y aunque exista el convenio "subjetivo" de que cada quién es libre de elegir lo que le plazca, porque ingenuamente se pretende que ese mentado mundo mental es propio, ambos lados tendrán restricciones auditivas muy claras. Es bastante raro que un black-hipster se lleve bien con la música comercial, incluso con el black clásico, que si bien primitivo, ha logrado ser tan popular como uno se imagine. Y es raro que un true actualmente se declare abiertamente intolerante y cerrado, si acaso le podrían faltar un par de copas más, como ya me ha tocado observar. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la línea entre lo under y lo comercial en medio de la vorágine ciberespacial es cada vez menos asequible. Esto hace aún más difícil trazar una distinción fina entre el true y el hipster, más bien ambos términos si se llegasen a fijar sería únicamente como consecuencia de movimientos dialécticos. No obstante, dichos movimientos sólo son tales por su propia imposibilidad. La violenta multiplicidad que aparece cuando se habla de temas como: tribus urbanas, géneros musicales, tendencias, etc., no es otra cosa que una cara de lo real, de lo que no tiene simbolización posible.


Nosotros estamos usando dos términos, el true y el hipster, que parecen reducir toda una complejidad psicosociológica a meras caricaturas. Me excuso si en considerables ocasiones me he inclinado por ese recurso; sin embargo, me interesa que se articule en esos dos planos que la verdad no está sino en el vacío que de la intersección de la respectiva relación con ella que cada uno manifiesta. Tal como podría mostrarse con un diagrama de Venn.


La verdad quedaría en medio, allí donde la música se desviste de ropajes ideológico y aparece como lo que es: un objeto causa del deseo. Es decir, no está “adelante” del sujeto, sino que está causándolo. No es que debamos desnudar a la música, sino saber que su condición de posibilidad es estar siempre vestida, incluso para poder apreciar y degustar su más extraños ropajes de carne. El plano del “yo soy” o “yo no soy”, con el cual Michael jugó, es el plano especular, que visto gramaticalmente apunta al sujeto vacío de la enunciación; es allí donde puedo decir que no importa si digo que soy o no soy, porque en ambos términos el ser estará en falta. Es también por esto que mis escritos no deben tomarse como algo personal,  pues, parafraseando a Nietzsche, yo no ataco jamás a personas, ataco causas triunfantes; es decir, cuando emito una crítica no estoy pensando en cómo se auto-definen las personas desde su yo, ni tampoco que odie y explote ante cualquier mínima partícula del objeto criticado, "causas triunfantes", significa modelos de pensamiento cuyas consecuencias son inadvertidas, silenciosas y que pueden ser alteradas. 
-Chaoswolf 6/11/2015 

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